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Agosto de 2018  Número 118

Principio 2. Vida cotidiana: Hacia dentro, humildad

En este segundo principio intentamos mirar hacia dentro. Pero hay modos y modos de mirarnos. La invitación que se nos hace es la de mirarnos desde Dios, o mejor aún, dejarnos mirar por Él, y dejarnos llevar por la sorpresa de su mirada.

Tema de reflexión

¿Quién somos?

Esta es una pregunta que nos hacemos continuamente: “¿Quién soy yo?” Y no nos resulta fácil responder. Tenemos tantas facetas, tenemos tantos ángulos desde los que mirarnos, que no nos es fácil una mirada de conjunto o una mirada que nos haga de guía para encajar todas las piezas que nos conforman.

Pero vamos a hacer un pequeño intento de colocarnos ante el espejo, pero ante el espejo de Dios. Porque somos lo que somos a los ojos de Dios. Por tanto, somos como Dios nos ve. Y para ello, nos vamos a servir de Pedro.

Cuando Jesús pregunta a Pedro “¿Me amas?” no ignora nada de Pedro. Pedro podría mirarse al espejo y decir: “soy un hombre capaz, soy padre de familia, pescador, y además con liderazgo. Soy hombre de una pieza, que me lo juego todo a una carta. Soy un hombre de fe, que ha creído en Jesús y lo he seguido dejándolo todo.” Y es verdad, o casi. También podría añadir: “soy un creído, un falso y un traidor. He estado tentado por la grandeza, por querer ocupar el primer puesto al lado de Jesús, me he peleado con mis compañeros, y he acabado traicionando al hombre que más he querido en este mundo”. Y esto también es verdad. Pero tampoco toda la verdad ni mucho menos.

Porque la verdad de Pedro es que ha sido elegido por Jesús, ha sido estimado y estimulado por Jesús, ha sido reprendido por Jesús, ha sido mirado por Jesús en su negación, ha sido llamado por Jesús para confesar su amor y su tarea.

La verdad de Pedro es Jesús. Cada vez que, en vez de mirar a Jesús, se ha mirado a sí mismo, se ha hundido, o se ha visto envuelto en su soberbia. Y la verdad de Pedro es Jesús, porque lo ha amado incluso en el pecado. Lo ha amado hasta dar la vida por él. ¿Qué importan todos los análisis que hacíamos comparados con esto?

Solo cuando nos miramos a la luz del amor de Dios sabemos quién somos.

Texto evangélico: Lc 5, 4-10

Cuando terminó de hablar Jesús dijo a Simón: “Rema lago adentro y echad vuestras redes para pescar”. Simón respondió: “Maestro, hemos estado toda la noche faenando sin pescar nada, pero puesto que tú lo dices, echaré las redes”. Lo hicieron y capturaron una gran cantidad de peces. Como las redes se rompían, hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Pues tanto él como sus hombres estaban sobrecogidos de estupor... Entonces Jesús dijo a Simón: No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.

Espiritualidad franciscana

“En el nombre de la suma Trinidad y de la santa Unidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén! A todos los reverendos y muy amados hermanos..., a todos los hermanos sencillos, a los primeros y a los últimos: el hermano Francisco, hombre vil y caduco, vuestro pequeñuelo siervo, os saluda en aquel que nos redimió y nos lavó en su preciosísima sangre, cuyo nombre, al oírlo, habéis de adorar con temor y reverencia: el Señor Jesucristo, cuyo nombre es Hijo del Altísimo y es bendito por los siglos”.

Francisco se califica a sí mismo como “hombre vil y caduco”, y también como “ignorante e iletrado”, “vuestro siervo y pequeñuelo en el Señor Dios”, “hombre inútil”, “el más pequeño de los siervos de Dios”. Pero él se sabe, sobre todo, un bendecido; un pequeñuelo, amado y sostenido por Dios. Él pertenece a los pequeños y sencillos a los que se les dan a conocer los secretos del Reino. Saluda a sus hermanos “en aquel que nos redimió y nos lavó en su preciosísima sangre”, porque les contempla y se contempla a sí mismo así: redimidos, amados hasta el extremo, valiosos, porque el Hijo del Altísimo se desvivió por ellos. “Cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más”.

Oración

En medio de tanta gente como hay en el mundo,
Dios distingue tu cara y conoce tus sentimientos...
Dios oye y reconoce tu voz, tus pisadas, tu tos...
Dios adivina tu perfume de lejos...
Dios te coge de la mano con cariño...
y te llama....

Me llamas por mi nombre, Señor.
No es que me llames como a todos,
así, en un mismo saco.
Me llamas como soy,
conociendo mis límites y mis talentos,
sabiendo de mis dudas y mis certezas.
Me llamas por mi nombre, con mi historia;
conoces mis heridas, y mis posibilidades.
Tú sabes cuál es mi sueño,
y cuál es la meta que pones en mi horizonte.
Tú sabes cuándo me caigo, cuánto te vendo,
cuándo te busco y cuándo te rechazo.
Y siempre, siempre, me estás llamando por mi nombre.

Me llamas por mi nombre,
para que disfrute de tu amistad,
para estar siempre contigo.
Me llamas por mi nombre,
para enviarme al mundo,
comunicar tu palabra y tu amor
y hacer realidad, con tu poder, tu sueño de fraternidad

Epílogo de la Carta

““Yo soy el pan de vida: el que viene a mí nunca tendrá hambre”. (Jesús de Nazaret)

Evangelio diario del mes de agosto de 2018

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden a cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de agosto:

1 Mt 13, 44-46 / 2 Lc 1,26-33 / 3 Mt 13, 54-58 / 4 Mt 14, 1-12 / 5 Jn 6,24-35 / 6 Mc 9,1-10 / 7 Mt 14, 22-36 / 8 Mt 15, 21-28 / 9 Mt 16, 13-23 / 10 Mt 16, 24-28 / 11 Jn 15, 4-10 / 12 Jn 6, 41-52 / 13 Mt 17, 21-26 / 14 Mt 18, 1-5.10-14 / 15 Lc 1,39-56 / 16 Mt 18, 21-19,1 / 17 Mc 3,31-35 / 18 Mt 19, 13-15 / 19 Jn 6, 51-59 / 20 Mt 19, 16-22 / 21 Mt 19, 23-30 / 22 Mt 20,1-16 / 23 Mt 22, 1-14 / 24 Mt 22,34-40 / 25 Mt 23,1-12 / 26 Jn 6, 61-70 / 27 Mt 23,13-22 / 28 Mt 23, 23-26 / 29 Mc 6, 17-29 / 30 Mt 24, 42-51 / 31 Mt 25, 1-13

La oración del mes de agosto será el día 30