Queremos compartir

  • una convicción
    —el ser humano necesita recuperar su dimensión espiritual—

  • y una intuición
    —la espiritualidad franciscana, en cuanto intuición de lo esencial del Evangelio, puede tener algo que decir en este tiempo de desorientación.

Te invitamos a participar en el encuentro mensual de oración de la Red Asís que tendrá lugar los últimos jueves de cada mes a las 19,30h.

Lugares en los que se celebra la oración mensual

 

Carta de este mes: Carta nº 185

Marzo de 2024  Número 185

Principio 1. Buscar cada día la relación personalizada con Dios

“¿Se considera usted persona creyente?” Es una de las preguntas que se hace en las encuestas sociológicas. Y la respuesta suele ser casi automática: “sí” o “no”. Sin embargo, la preguntita merece otro tratamiento más personal.

Tema de reflexión

¿Crees?

“Hay que tomarse la vida en serio” es una frase bastante oída. Y ciertamente así ha de ser. Sólo se vive una vez y, por tanto, hay que querer jugar bien la partida. No podemos perder el tiempo de nuestra existencia en vaciedades y en superficialidades. Pero también es verdad que, para poder vivir con seriedad la única vida que se nos ha dado, tenemos que aprender a relativizar muchas cosas que, de primeras, nos parecen muy importantes y que en el devenir de la vida vemos que no lo son tanto. Cuando nos vemos entrampados por tantas necedades podemos desesperar o podemos tomarlo con deportividad y, sobre todo, con un sabio humor que nos ayude a encajar esas cosas que nos harían sonrojarnos: sueños megalómanos, ansias de perfección, envidias, vanidades, nuestras pequeñas mentiras para con nosotros mismos, nuestras necesidades inconfesadas… Es ese punto de humor que nos hace reírnos de nosotros mismos.

“Hay que tomarse la vida en serio” es una frase bastante oída. Y ciertamente así ha de ser. Sólo se vive una vez y, por tanto, hay que querer jugar bien la partida. No podemos perder el tiempo de nuestra existencia en vaciedades y en superficialidades. Pero también es verdad que, para poder vivir con seriedad la única vida que se nos ha dado, tenemos que aprender a relativizar muchas cosas que, de primeras, nos parecen muy importantes y que en el devenir de la vida vemos que no lo son tanto. Cuando nos vemos entrampados por tantas necedades podemos desesperar o podemos tomarlo con deportividad y, sobre todo, con un sabio humor que nos ayude a encajar esas cosas que nos harían sonrojarnos: sueños megalómanos, ansias de perfección, envidias, vanidades, nuestras pequeñas mentiras para con nosotros mismos, nuestras necesidades inconfesadas… Es ese punto de humor que nos hace reírnos de nosotros mismos.

“Hay que tomarse la vida en serio” es una frase bastante oída. Y ciertamente así ha de ser. Sólo se vive una vez y, por tanto, hay que querer jugar bien la partida. No podemos perder el tiempo de nuestra existencia en vaciedades y en superficialidades. Pero también es verdad que, para poder vivir con seriedad la única vida que se nos ha dado, tenemos que aprender a relativizar muchas cosas que, de primeras, nos parecen muy importantes y que en el devenir de la vida vemos que no lo son tanto. Cuando nos vemos entrampados por tantas necedades podemos desesperar o podemos tomarlo con deportividad y, sobre todo, con un sabio humor que nos ayude a encajar esas cosas que nos harían sonrojarnos: sueños megalómanos, ansias de perfección, envidias, vanidades, nuestras pequeñas mentiras para con nosotros mismos, nuestras necesidades inconfesadas… Es ese punto de humor que nos hace reírnos de nosotros mismos.

“Hay que tomarse la vida en serio” es una frase bastante oída. Y ciertamente así ha de ser. Sólo se vive una vez y, por tanto, hay que querer jugar bien la partida. No podemos perder el tiempo de nuestra existencia en vaciedades y en superficialidades. Pero también es verdad que, para poder vivir con seriedad la única vida que se nos ha dado, tenemos que aprender a relativizar muchas cosas que, de primeras, nos parecen muy importantes y que en el devenir de la vida vemos que no lo son tanto. Cuando nos vemos entrampados por tantas necedades podemos desesperar o podemos tomarlo con deportividad y, sobre todo, con un sabio humor que nos ayude a encajar esas cosas que nos harían sonrojarnos: sueños megalómanos, ansias de perfección, envidias, vanidades, nuestras pequeñas mentiras para con nosotros mismos, nuestras necesidades inconfesadas… Es ese punto de humor que nos hace reírnos de nosotros mismos.

Si ser creyente fuera cuestión de opinión, la respuesta sería: “Yo opino que Dios es” o “no es”. Pero sabemos que ser creyente no es una manera de pensar, sino una manera de ser (que incluye también el pensamiento). ¿He sido siempre creyente? Fui bautizado de niño/a y tomo parte en las celebraciones cristianas. Es un dato interesante, y sin embargo, no llega a tocar el fondo de la pregunta de si creo en Dios. Porque, siendo sincero, no siempre vivo lo que celebro, lo que se dice, lo que se propone, etc. También es cierto que a lo largo de la vida no he vivido estas cosas de la misma manera, sino según el momento de mi historia y de las circunstancias. Por tanto, la pregunta de si soy o no soy creyente afecta a algo más al fondo de mi existencia.

No solo eso; también percibo que ser creyente no es algo adquirido de una vez para siempre, ni una posesión de la que puedo disponer, sino que es un caminar con sus altos y bajos, sus idas y venidas, como entre claroscuros. Además, está aderezado de muchos ingredientes diversos y a veces contrarios: certezas y dudas, preguntas y respuestas, recuerdos y olvidos, tiempos de tranquilidad y tiempos revueltos…

El referente para nuestra fe es el Evangelio, Jesús de Nazaret. Tenemos los recuerdos de los primeros discípulos que fueron aprendiendo a seguir a Jesús. También tenemos otros referentes como los santos y santas, que nos cuentan sus avatares en su camino de creer, de la fe. Y tenemos también los hermanos y hermanas de hoy, que van viviendo esta relación con Dios de modo del todo personal.

Y, sobre todo, tenemos aquellas palabras de aquel hombre ante la pregunta de Jesús: “—¿Crees? —Creo, pero aumenta mi fe”. Porque antes de tener o no tener fe es confiar en la misericordia de Dios.

Texto bíblico: Jn 20,24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

Espiritualidad franciscana

Advirtiendo esto el enemigo del género humano, se esforzó en apartar a Francisco del bien emprendido haciéndole presa de temores y miedos. Había en Asís una mujer con una joroba muy deforme, y el demonio, apareciéndose al varón de Dios, le representaba la contrahecha mujer y le amenazaba con la maldición de semejante joroba si no desistía de su propósito. Pero el valerosísimo caballero de Cristo, con menosprecio de las amenazas del diablo, oraba con fervor dentro de la cueva para que Dios se dignara encaminar sus pasos.

Sufría grandes padecimientos y perplejidad de alma, y no podría descansar hasta que viera realizado el ideal concebido; era sacudido por diversos pensamientos que se iban sucediendo y perturbado duramente por su impertinencia. Ardía, con todo, en su interior el fuego divino, y no podía ocultar exteriormente el ardor de su alma; se dolía de haber pecado tan gravemente; ya no le deleitaban los males pasados ni presentes, pero todavía no había recibido la seguridad de preservarse de los futuros. Por eso, cuando salía de la cueva e iba donde su compañero, parecía transformado en otro hombre (TC 12).

Oración

Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti

Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento...

Señor, haz que mi fe sea libre, [...] que acepte las renuncias y los riesgos que  comporta..: … creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea cierta: cierta por una congruencia exterior de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo…

Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades de los múltiples problemas que llena nuestra vida , que no tema las adversidades de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega,...

Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres...,

Amén

Epílogo de la Carta

Pase lo que pase, yo confío siempre en Dios. En tiempos difíciles confío. En tiempos de alegría confío y agradezco. (anónimo)

Evangelio diario del mes de marzo de 2024

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes:

1 Mt 21, 33-43.45-46 / 2 Lc 15, 1-3.11-24a / 3 Jn 2, 13-25 / 4 Lc 4, 24-30 / 5 Mt 18,21-35 / 6 Mt 5,17-19 / 7 Lc 11, 14-23 / 8 Mc 12 28-34 / 9 Lc 18,9-14 / 10 Jn 3,14-21 / 11 Jn 4, 43-54 / 12 Jn 5,1-3,5-16 / 13 Jn 5,17-30 / 14 Jn 5, 31-47 / 15 Jn 7,1-2.10.25-30 / 16 Jn 7, 40-53 / 17 Jn 12, 20-33 / 18 Jn 8,1-11 / 19 Mt 1,16.18-21.24a / 20 Jn 8, 31-42 / 21 Jn 8,51-59 / 22 Jn 10,31-42 / 23 Jn 11,45-57 / 24 Mc 15, 1-38 / 25 Jn 12,1-11 / 26 Jn 13,21-33.36-38 / 27 Mt 26, 14-25 / 28 Jn 13, 1-15 / 29 Jn 18,1-19,42 / 30 Mc 16,1-7 / 31 Jn 20,1-9

La Oración del mes de marzo será el día 21 (porque el último jueves es Jueves Santo)

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Repositorio de cartas

Evangelio del día

Juan 18,1-19,42

Juan:Introducción123456789101112131415161718192021

2. Pasión y muerte (18–19)
Jesús es arrestado
(Mt 26.47-56; Mc 14.43-50; Lc 22.47-53)
18
Después de decir estas cosas, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del arroyo de Cedrón,a donde había un huerto en el que entró Jesús con ellos.bTambién Judas, el que le traicionaba, conocía el lugar, porque muchas veces se había reunido allí Jesús con sus discípulos.Así que Judas se presentó con una tropa de soldados y con algunos guardias del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Iban armados y llevaban lámparas y antorchas.Pero como Jesús ya sabía todo lo que había de pasarle, salió a su encuentro y les preguntó:
–¿A quién buscáis?
–A Jesús de Nazaret –le contestaron.
Dijo Jesús:
–Yo soy.c
Judas, el que le traicionaba, estaba también allí con ellos.Cuando Jesús les dijo: “Yo soy”, se echaron atrás y cayeron al suelo.Jesús volvió a preguntarles:
–¿A quién buscáis?
Repitieron:
–A Jesús de Nazaret.
Jesús les dijo:
–Ya os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad que los demás se vayan.
Esto sucedió para que se cumpliese lo que Jesús mismo había dicho: “Padre, de los que me confiaste, ninguno se perdió.”d10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó y le cortó la oreja derecha a uno llamado Malco, criado del sumo sacerdote.11 Jesús dijo a Pedro:
–Vuelve la espada a su lugar. Si el Padre me da a beber esta copa amarga,e ¿acaso no habré de beberla?
Jesús ante Anás
(Mt 26.57-58; Mc 14.53-54; Lc 22.54)
12 Los soldados de la tropa, con su comandante y los guardias judíos del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron.13 Le llevaron primero a casa de Anás, porque este era suegro de Caifás,f el sumo sacerdote de aquel año.14 Este Caifás era el mismo que había dicho a los judíos: “Es mejor que un solo hombre muera por el pueblo.”g
Pedro niega conocer a Jesús
(Mt 26.69-70; Mc 14.66-68; Lc 22.55-57)
15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. El otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, de modo que entró con Jesús en la casa;16 pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Por eso, el discípulo conocido del sumo sacerdote salió y habló con la portera, e hizo entrar a Pedro.h17 La portera preguntó a Pedro:
–¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro contestó:
–No, no lo soy.
18 Como hacía frío, los criados y los guardias del templo habían encendido fuego y estaban allí, calentándose. Pedro también estaba entre ellos, calentándose junto al fuego.
Jesús es interrogado por el sumo sacerdote
(Mt 26.59-66; Mc 14.55-64; Lc 22.66-71)
19 El sumo sacerdotei comenzó a preguntar a Jesús acerca de sus discípulos y de lo que enseñaba.20 Jesús le respondió:
–Yo he hablado públicamente delante de todo el mundo. Siempre he enseñado en las sinagogas y en el templo,j donde se reúnen todos los judíos; así que no he dicho nada en secreto.21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a quienes me han escuchado y que ellos digan de qué les hablaba. Ellos saben lo que he dicho.
22 Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardias del templo le dio una bofetada,k diciéndole:
–¿Así contestas al sumo sacerdote?
23 Jesús le respondió:
–Si he dicho algo malo, muéstrame qué ha sido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?
24 Entonces Anás envió a Jesús, atado, al sumo sacerdote Caifás.
Pedro niega de nuevo a Jesús
(Mt 26.71-75; Mc 14.69-72; Lc 22.58-62)
25 Entre tanto, Simón Pedro seguía allí, calentándose junto al fuego. Le preguntaron:
–¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro lo negó, diciendo:
–No, no lo soy.
26 Luego le preguntó uno de los criados del sumo sacerdote, pariente del hombre a quien Pedro le había cortado la oreja:l
–¿No te vi con él en el huerto?
27 Pedro lo negó otra vez, y en aquel mismo instante cantó el gallo.m
Jesús ante Pilato
(Mt 27.1-2,11-14; Mc 15.1-5; Lc 23.1-5)
28 Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano.n Como ya comenzaba a amanecer, los judíos no entraron en el palacio, pues habrían quedado ritualmente impuros y no habrían podido comer la cena de Pascua.ñ29 Por eso salió Pilatoo a hablar con ellos y les preguntó:
–¿De qué acusáis a este hombre?
30 –Si no fuera un criminal –le contestaron–, no te lo habríamos entregado.
31 Pilato les dijo:
–Lleváoslo y juzgadle conforme a vuestra propia ley.
Los judíos contestaron:
–Los judíos no tenemos autoridad para ejecutar a nadie.p
32 Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir.q33 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:
–¿Eres tú el Rey de los judíos?r
34 Jesús le dijo:
–¿Eso lo preguntas tú de tu propia cuenta o porque otros te lo han dicho de mí?
35 Le contestó Pilato:
–¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Jesús le contestó:
–Mi reino no es de este mundo. Si lo fuese, mis servidores habrían luchado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37 Le preguntó entonces Pilato:
–¿Así que tú eres rey?
Jesús le contestó:
–Tú lo has dicho: soy rey.s Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.t
38 –¿Y qué es la verdad? –le preguntó Pilato.
Jesús, sentenciado a muerte
(Mt 27.15-31; Mc 15.6-20; Lc 23.13-25)
Después de esta pregunta, Pilato salió otra vez a hablar con los judíos. Les dijo:
–Yo no encuentro ningún delito en este hombre.39 Y ya que tenéis la costumbre de que os ponga en libertad a un preso durante la fiesta de la Pascua, ¿queréis que os ponga en libertad al Rey de los judíos?
40 Todos volvieron a gritar:
–¡A ese no! ¡A Barrabás!
Y Barrabás era un ladrón.
19
Pilato, entonces, ordenó que azotaran a Jesús.Además, los soldados tejieron una corona de espinas y la pusieron en la cabeza de Jesús, y le vistieron con una capa de color rojo oscuro.aLuego se acercaban a él, diciendo:
–¡Viva el Rey de los judíos!
Y le golpeaban en la cara.
Pilato volvió a salir y les dijo:
–Mirad, os lo he sacado para que sepáis que yo no encuentro en él ningún delito.b
Salió, pues, Jesús, con la corona de espinas en la cabeza y vestido con aquella capa de color rojo oscuro. Pilato dijo:
–¡Ahí tenéis a este hombre!
Cuando le vieron los jefes de los sacerdotes y los guardias del templo, comenzaron a gritar:
–¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
–Pues lleváoslo y crucificadle vosotros, porque yo no encuentro ningún delito en él.
Los judíos le contestaron:
–Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios.c
Al oir esto, Pilato tuvo más miedo todavía.Entró de nuevo en el palacio y preguntó a Jesús:
–¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le contestó nada.d10 Pilato insistió:
–¿Es que no me vas a contestar? ¿No sabes que tengo autoridad, tanto para ponerte en libertad como para crucificarte?
11 Jesús le contestó:
–Ninguna autoridad tendrías sobre mí, si Dios no te la hubiera dado.e Por eso, el que me ha entregadof a ti es más culpable de pecado que tú.
12 Desde aquel momento, Pilato buscó la manera de poner en libertad a Jesús; pero los judíos le gritaban:
–¡Si le pones en libertad, no eres amigo del césar! ¡Todo el que se hace rey es enemigo del césar!
13 Al oir esto, Pilato ordenó que sacaran a Jesús, y luego se sentóg en el tribunal, en el lugar que llamaban en hebreo Gabatá (es decir, El Empedrado).14 Era la víspera de la Pascua, hacia el mediodía.h Pilato dijo a los judíos:
–¡Aquí tenéis a vuestro Rey!
15 Pero ellos gritaban:
–¡Muera! ¡Muera! ¡Crucifícalo!
Pilato les preguntó:
–¿Acaso he de crucificar a vuestro Rey?
Y los jefes de los sacerdotes le contestaron:
–¡No tenemos más rey que el césar!
16 Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.i
Crucifixión de Jesús
(Mt 27.32-44; Mc 15.21-32; Lc 23.26-43)
17 Jesús, llevando su cruz, salió para ir al llamado “Lugar de la Calavera” (que en hebreo es Gólgota).18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado.19 Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero que decía: “Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.”20 Muchos judíos leyeron aquel letrero, porque el lugar donde crucificaron a Jesús se hallaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego.21 Por eso, los jefes de los sacerdotes judíos dijeron a Pilato:
–No escribas: ‘El Rey de los judíos’, sino: ‘El que dice ser Rey de los judíos.’
22 Pero Pilato les contestó:
–Lo que he escrito, escrito queda.
23 Después de crucificar a Jesús, los soldados tomaron sus ropas y se las repartieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también su túnica, pero como no tenía costura, sino que estaba tejida de arriba abajo de una sola pieza,24 se dijeron entre ellos:
–No la partamos. Echémosla a suertes, a ver a quién le toca.
Así se cumplió la Escritura que dice: “Se repartieron entre sí mi ropa y echaron a suertes mi túnica.”j Esto fue lo que hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena.k26 Cuando Jesús vio a su madre y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho,l dijo a su madre:
–Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27 Luego dijo al discípulo:
–Ahí tienes a tu madre.m
Desde entonces, aquel discípulo la recibió en su casa.n
Muerte de Jesús
(Mt 27.45-56; Mc 15.33-41; Lc 23.44-49)
28 Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura,ñ dijo:
–Tengo sed.
29 Había allí una jarra llena de vino agrio.o Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopop y se la acercaron a la boca.30 Jesús bebió el vino agrio y dijo:
–Todo está cumplido.
Luego inclinó la cabeza y murió.
La lanzada en el costado
31 Era el día de la preparación de la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos quedasen en las cruces durante el sábado, pues precisamente aquel sábado era muy solemne.q Por eso pidieron a Pilato que ordenara quebrar las piernasr a los crucificados y quitar de allí los cuerpos.32 Fueron entonces los soldados y quebraron las piernas primero a uno y luego al otro de los crucificados junto a Jesús.33 Pero al acercarse a Jesús vieron que ya había muerto. Por eso no le quebraron las piernas.
34 Sin embargo, uno de los soldados le atravesós el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua.t35 El que cuenta esto es uno que lo viou y que dice la verdad. Él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis.36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura que dice: “No le quebrarán ningún hueso.”v37 Y en otra parte dice la Escritura: “Mirarán al que traspasaron.”w
Jesús es sepultado
(Mt 27.57-61; Mc 15.42-47; Lc 23.50-56)
38 Después de esto, José, el de Arimatea,x pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. José era un seguidor de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Pilato le dio permiso, y José fue y se llevó el cuerpo.39 También Nicodemo, el que una noche fue a hablar con Jesús,y llegó con unos treinta kilosz de perfume de mirra y áloe.a40 José y Nicodemo, pues, tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según acostumbraban hacer los judíos para enterrar a sus muertos.41 En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo,b donde todavía no se había depositado a nadie.42 Allí pusieron el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el sábado de los judíos.c