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Septiembre de 2021  Número 155

Principio 3. Vida cotidiana: Hacia fuera, solidaridad

El tema de la solidaridad es bastante más que el mero auxilio del que vive en necesidad. Implica todo el sistema en el que todos estamos viviendo. De modo que al ayudar a los demás nos ayudamos a nosotros mismos.

Tema de reflexión

Ayúdame a salvarnos

En los primeros tiempos de la pandemia muchos pensamos que la solidaridad se generalizaría en nuestra sociedad. Hubo signos de ello, pero ahora perece que continuamos con el “sálvese quien pueda”. En este reino del individualismo hay un imaginario social según el cual cada uno se labra su propio destino. Esto se da en lo económico, en la cultura, en las relaciones entre países… De este modo, el problema de la pobreza, la violencia, la exclusión no sería tanto cuestión estructural como individual. La sociedad no es responsable de la situación de estas personas; han sido ellas mismas las que se lo han buscado. “Si hubieran estado atentas, si se hubieran esforzado, si hubieran elegido otras amistades, etc. etc.”

Siendo esto así, no hay por qué preocuparse por la suerte de los demás. A lo más, desde la buena voluntad se podrá atender a los necesitados de arriba hacia abajo, de un modo paternalista. Por lo tanto, queda tranquila la conciencia del que le va bien en la vida, y queda culpabilizada la del que le va mal. Muchas víctimas de la vida, además de serlo, se sienten culpables y merecedoras de su suerte. Es la responsabilidad internalizada.

Sin embargo, la realidad es más compleja porque en la situación de las personas también intervienen, y de modo mucho más determinante de lo que se cree, otros factores. Hay factores que convierten inhumana la lógica del “sálvese quien pueda”. Por ello, la solidaridad primeramente es reconocer a la persona necesitada en su dignidad de persona. Es también percibir y denunciar que la sociedad tiene unos modos de funcionar injustos; que mientras algunas personas son excluidas y violentadas otras sacan tajada de su posición ventajosa. Y la solidaridad es también, cómo no, apoyar con medios para que los que les va mal en la vida se hagan protagonistas del cambio a una vida más digna ayudándoles, promoviéndoles y dándoles la libertad de dirigir sus existencias.

Texto bíblico: Hch 2,42-47

Todos ellos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados, porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos  y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. Unánimes y constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo.

Espiritualidad franciscana

Por tanto, enseñaba que el ingreso en la santa Religión debía comenzar dando cumplimiento a aquellas palabras del Evangelio: Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres. De ahí que no admitía en la Orden sino a los que se habían expropiado de todo y nada retenían para sí, ya para observar la palabra del Evangelio, ya también para evitar que los bienes reservados les sirvieran de piedra de escándalo.

Así procedió el verdadero patriarca de los pobres con uno que en la Marca de Ancona le pidió ser recibido en la Orden. «Si quieres unirte a los pobres de Cristo -le dijo-, distribuye tus bienes entre los pobres del mundo». Al oír esto, se fue el hombre, y, movido del amor carnal, repartió entre sus parientes todos sus bienes, pero no dio nada a los pobres. Vuelto al santo varón, le refirió lo que había hecho con sus bienes. En oyéndolo Francisco, le increpó con áspera dureza, diciendo: «Sigue tu camino, hermano mosca, porque todavía no has salido de tu casa y de tu parentela. Repartiste tus bienes entre tus consanguíneos, y has defraudado a los pobres; no eres digno de convivir con los santos pobres» (LM 7,3)

Oración

No te cansas de mí,
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor
puede más que los motivos.

Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…

José María Rodríguez Olaizola, sj

Epílogo de la Carta

«Mi enojo no es por la injusticia sino por el empeño con que muchos lo disfrazan». Isabel Cendal, enfermera (s. XVIII)

Evangelio diario del mes de septiembre de 2021

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de septiembre:

1 Lc 4,38-44 / 2 Lc 5,1-11 / 3 Lc 5,33-39 / 4 Lc 6,1-5 / 5 Mc 7,31-37 / 6 Lc 6,6-11 / 7 Lc 6,12-19 / 8 Mt 1,1-16.18-23 / 9 Lc 6,27-38 / 10 Lc 6,39-42 / 11 Lc 6,43-49 / 12 Mc 8,27-35 / 13 Lc 7,1-10 / 14 Jn 3,13-17 / 15 Lc 7,31-35 / 16 Lc 7,36-50 / 17 Lc 8,1-3 / 18 Lc 8,4-15 / 19 Mc 9,30-37 / 20 Lc 8,16-18 / 21 Mt 9,9-13 / 22 Lc 9,1-6 / 23 Lc 9,7-9 / 24 Lc 9,18-22 / 25 Lc 9,43b-45 / 26 Mc 9,38-43.45.47-48 / 27 Lc 9,46-50 / 28 Lc 9,51-56 / 29 Jn 1,47-51 / 30 Lc 10,1-12

La oración del mes de septiembre será el día 30