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Septiembre de 2020  Número 143

Principio 3. Vida cotidiana: Hacia fuera, solidaridad

“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba: la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.” Eduardo Galeano

Tema de reflexión

Solidaridad y amor

Nadie quiere ser tenido por insolidario. Todos, de una u otra manera, queremos vernos como hombres y mujeres solidarias; preocuparnos por los demás, ser personas que no piensan sólo en sí mismas, etc. En los ambientes en los que normalmente nos movemos está valorado esta virtud de la solidaridad. Hay como una especie de mandato, una obligación social: “tengo que ayudar a los demás”.

Ojalá haya descubierto que esto de la solidaridad es más que un mandato, porque es también, y sobre todo, algo que toca mi corazón. Cuando percibo que soy capaz de salir de mí y centrarme en otras personas que me necesitan parece que crezco, que soy útil, que me hace ser más. Hay un cierto gozo en lo que hago por los demás. Descubrir esto es un paso importante como persona.

Pero también sucede que más allá de lo que yo sienta, de lo que yo perciba que me hace como persona al ayudar a los demás, es la misma situación de debilidad e indefensión de otros la que me movilizan a ayudarles. Quizá no sienta gozo en ello, además tal vez me venga mal ahora y no tenga ganas de nada de esto, pero la realidad que veo activa en mí salir de mi ensimismamiento e ir hacia los otros. Ya no es coherencia moral con un mandato externo, ni depende de lo que sienta de gratificante o no; es algo que nace de más adentro.

Hay personas que tienen incorporada en su vida y en su ser la certeza de que sólo saliendo hacia los demás, abriéndose a las realidades humanas y respondiendo en la manera que puedan a las necesidades de los que más lo necesitan, responden mejor a lo que llevan dentro de sí. Si no fueran solidarias, se negarían a sí mismas. La solidaridad así vivida ya no tiene nada que ver con un mandato, sino que se parece más al amor.

Texto bíblico: 2Cor 8, 1-6

Queremos haceros saber, hermanos, la gracia que Dios ha concedido a las iglesias de Macedonia. Porque han sido muchas las tribulaciones con que han sido probadas, y sin embargo su gozo es tal que, a pesar de su extrema pobreza, han derrochado generosidad. Porque doy testimonio de que han contribuido según sus posibilidades y aun por encima de ellas. Por propia iniciativa nos pedían con gran insistencia que les permitiéramos participar en esta ayuda a los creyentes (de Jerusalén). Superando incluso nuestras expectativas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor y luego a nosotros, conforme a la voluntad de Dios.

Espiritualidad franciscana

Otra vez, estando junto a la iglesia de Santa María de la Porciúncula, llegó una pobrecita anciana, que tenía dos hijos en la Religión de los hermanos, a aquel lugar para pedir al bienaventurado Francisco que la socorriese, ya que aquel año no tenía lo necesario para vivir.

El bienaventurado Francisco preguntó al hermano Pedro Cattani, que entonces era minis-tro general: «¿Tenemos alguna cosa para darle a nuestra madre?» (A la madre de cual-quier hermano llamaba su madre y madre de todos los hermanos de la Religión.)

El hermano Pedro respondió: «Nada tenemos en casa que podamos darle, máxime te-niendo en cuenta que desearía una limosna tal, que pudiese con ella adquirir las cosas ne-cesarias a su cuerpo. Tan sólo tenemos en la iglesia un Nuevo Testamento, del que hace-mos las lecturas en maitines». El bienaventurado Francisco le dijo: «Da a nuestra madre el Nuevo Testamento para que lo venda y remedie su necesidad. Creo firmemente que agradará más al Señor y a la bienaventurada Virgen, su madre, que demos el Nuevo Tes-tamento que el que leamos de él». Y se lo dio. (LegPer 93).

Oración

Mantener siempre atentos los oídos
Al grito del dolor de los demás
Y escuchar su llamada de socorro
Es solidaridad

Mantener la mirada siempre alerta
Y los ojos tendidos sobre el mar,
En busca de algún naufrago en peligro...
Es solidaridad

Sentir como algo propio el sufrimiento
Del hermano de aquí y del de allá;
Hacer propia la angustia de los pobres...
Es solidaridad

Llegar a ser la voz de los humildes,
Descubrir la injusticia y la maldad,
Denunciar al injusto y al malvado...
Es solidaridad

Dejarse transportar por un mensaje
Cargado de esperanza, amor y paz,
Hasta apretar la mano del hermano...
Es solidaridad

Compartir los peligros en la lucha
Por vivir en justicia y libertad,
Arriesgado en amor hasta la vida...
Es solidaridad

Entregar por amor hasta la vida
Es la prueba mayor de la amistada:
Es vivir y morir con Jesucristo
Es solidaridad

Epílogo de la Carta

“¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien.” (Aristóteles)

Evangelio diario del mes de septiembre de 2020

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de septiembre:

1 Mt 25, 14-30 / 2 Mc 7,1-8.14s.21-23 / 3 Lc 4, 16-30 / 4 Lc 4,31-37 / 5 Lc 4, 38-44 / 6 Lc 5, 1-11 / 7 Lc 5,33-39 / 8 Mt 1,18-23 / 9 Mc 7,31-37 / 10 Lc 6,6-11 / 11 Lc 6, 12-19 / 12 Lc 6, 20-26 / 13 Lc 6, 27-38 / 14 Jn 3, 13-17 / 15 Lc 2, 33-35 / 16 Mc 8, 27-35 / 17 Lc 9,23-26 / 18 Lc 7, 11-17 / 19 Lc 7, 31-35 / 20 Lc 7,36-50 / 21 Mt 9,9-13 / 22 Lc 8, 4-15 / 23 Mc 9,29-36 / 24 Lc 8, 16-18 / 25 Lc 8, 19-21 / 26 Lc 9, 1-6 / 27 Lc 9, 7-9 / 28 Lc 9,18-22 / 29 Jn 1, 47-51 / 30 Mc 9, 38-47

La oración del mes de septiembre será el día 24