Sugerencias

 


Notas:

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Junio de 2020  Número 140

Principio 4. Compartir este camino, vivir la fraternidad

En este tiempo en que nos hemos visto reducidos al ámbito familiar hemos descubierto la importancia de las relaciones, bien porque nos ha ayudado a sobrellevar la soledad, bien porque hemos tenido que trabajar la convivencia diaria, bien porque hemos podido afianzar los vínculos que nos unen… Don y tarea, agradecimiento y responsabilidad, descanso y quehacer.

Tema de reflexión

Hermano, hermana: don y tarea

“Qué hermoso es vivir los hermanos unidos” dice el salmo 133. Y así es en efecto. Acompañar y ser acompañado en el camino de la vida, de la fe, es una de las experiencias más ricas de la vida. Caminar unidos a otras personas en un proyecto común, trabajar codo con codo en la tarea, sea ésta la que sea, nos hace sentirnos arropados y animados; es decir, nos sentimos más. Es una de las vocaciones de nuestra condición humana: ser hermanos, ser hermanas. La hermana, el hermano es un don impagable.

Junto a lo anterior, también se dejan ver las dificultades que nacen en todo camino fraterno. Somos distintos, tenemos diferentes caracteres, historias personales, percibimos de diverso modo las cosas. Todo esto nos exige madurez para saber sobrellevar las diferencias. En el transcurso del tiempo aparecen también los conflictos de convivencia por mil razones. Además, dichos conflictos son inevitables por mucho esmero que pongamos en evitarlos. No es fácil saber encaminarlos de modo satisfactorio. También hay que contar con nuestros egoísmos, nuestras torpezas, esos atascos inesperados que son obstáculo para la fraternidad. El hermano, la hermana es trabajo arduo.

Si sólo vivimos la parte del don, si únicamente reparamos en los aspectos satisfactorios de ser hermanos, hermanas, nos estamos engañando porque no asumimos la otra parte de la realidad. Si, al contrario, sólo somos capaces de ver lo dificultoso y trabajoso de la realidad, se nos hace imposible vivirlo y nos rendimos. La solución para poder vivir la fraternidad tampoco es el fruto de la media entre don y tarea. El fundamento para vivir al hermano y la hermana está en Dios. De él recibimos en verdad ese don y esa tarea de la fraternidad.

Texto bíblico: Rm 12,9-18

Que vuestro amor no sea una farsa; detestad lo malo y abrazaos a lo bueno. Amaos de verdad unos a otros como hermanos y rivalizad en la mutua estima. Vivid alegres por la esperanza, sed pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Vivid en armonía unos con otros y no seáis altivos, antes bien poneos al nivel de los sencillos. A nadie devolváis mal por mal; procurad hacer el bien ante todos los hombres. Haced lo posible, en cuanto de vosotros dependa, por vivir en paz con todos.
Espiritualidad franciscana

Espiritualidad franciscana

Todos eran solícitos en hacer oración todos los días y en ocuparse en trabajos manuales...; se amaban con íntimo y mutuo amor, se servían unos a otros y se atendían en todo, como una madre lo hace con su único hijo queridísimo. Era su caridad tan ardorosa, que les parecía cosa fácil entregar su cuerpo a la muerte, no sólo por amor de Cristo, sino también por el bien del alma o del cuerpo de sus cohermanos.

Estaban tan bien fundados y arraigados en humildad y caridad, que cada uno reverenciaba al otro como si fuera padre y señor; y aquellos que, por su oficio o una cualidad, tenían alguna preeminencia sobre los demás, parecían de situación más humilde y baja. Se juzgaban a sí mismos con rigor evitando ofender de cualquier modo al hermano.

Y si a veces sucedía que uno decía a otro alguna palabra que le pudiera molestar, tanto le remordía la conciencia, que no paraba hasta que confesaba su culpa y lograba que el hermano ofendido le perdonase... De esta manera se ingeniaban para que todo rencor o maldad huyera de ellos y reinara siempre entre ellos la perfecta caridad, ayudados y prevenidos de la gracia de Jesucristo (cf. TC 41-43).

Oración

Señor:
Tú llegas a nuestro mundo
y nos invitas a abrir la puerta
de nuestro corazón
a todos los hombres.

Tú ya nos dijiste
que eres Tú quien viene
cuando alguien llama
a nuestra puerta.

Tu palabra es ésta:
“He aquí que estoy a la puerta y llamo.
Si alguno oye mi voz
y abre la puerta,
Yo entraré y cenaré con él
y él conmigo”.

Señor:
que sepamos escuchar tu voz,
esa voz que nos llega
por nuestros hermanos.
Que abramos la puerta
para acogerte a Ti,
y en Ti a todos los hombres.

Epílogo de la Carta

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros” (Jesús de Nazaret)

Evangelio diario del mes de junio de 2019

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de junio:

1 Mc 12,1-12 / 2 Mc 12,13-17 / 3 Mc 12,18-27 / 4 Mt 26, 36-42 / 5 Mc 12, 35-37 / 6 Mc 12, 38-44 / 7 Jn 3,16-18 / 8 Mt 5,1-12 / 9 Mt 5, 13-16 / 10 Mt 5, 17-19 / 11 Jn 17,1-2.9.14-26 / 12 Mt 5, 27-32 / 13 Mt 5, 33-37 / 14 Jn 6,51-58 / 15 Mt 5,38-42 / 16 Mt 5, 43-48 / 17 Mt 6,1-6.16-18 / 18 Mt 6, 7-15 / 19 Mt 11,25-30 / 20 Lc 2, 41-51 / 21 Mt 10, 26-33 / 22 Mt 7, 1-5 / 23 Mt 7, 6.12-14 / 24 Lc 1, 57-66.80 / 25 Mt 7,21-29 / 26 Mt 8, 1-4 / 27 Mt 8, 5-17 / 28 Mt 10, 37-42 / 29 Mt 16,13-19 / 30 Mt 8,23-27

La oración en común de este mes de junio será el día 25 a las 19:30