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Notas:

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Noviembre de 2019  Número 133

Principio 1. Buscar cada día la relación personalizada con Dios

Cuando nos juntamos viej@s amig@s, o cuando tenemos un rato de charla tranquila con la pareja solemos recordar los buenos momentos. ¿Cómo no vamos a recordar los buenos momentos vividos con Dios?

Francisco recordaba continuamente los momentos más significativos de Jesús: su encarnación, la última cena, su pasión y muerte. Recordaba, degustaba, gozaba y sufría, para hacerse uno con Jesús.

Tema de reflexión

Hacer memoria de Dios

Las personas hacemos memoria mucho más a menudo de lo que pensamos. Y no solo memoria para recordar qué agenda de tareas tenemos, para recordar nombres o rostros de personas, acontecimientos o pasajes de la infancia, o para recordar las lecciones aprendidas. Usamos la memoria para revivir, en el sentido etimológico de la palabra recordar, que sería como “volver a traer al corazón”. En este sentido, cuando acudimos a la memoria a recordar cómo conocimos al amor de nuestra vida, o cuando nacieron nuestros hijos, o cómo fue aquello que me cambió la vida, en esos casos, no solo se trata del pasado, sino que al recordarlo volvemos a vivirlo, a hacerlo nuevo, a revivirlo. Porque al hacer memoria lo recordado se vuelve a repetir, y así, lo vivido y sentido entonces se vuelve a producir nuevamente, como si fuera por primera vez.

Es lo que hace el pueblo hebreo a lo largo de toda la Biblia. Recordar continuamente lo que Dios ha hecho por ellos. Y cuando se encuentran en situación desesperada y claman pidiendo auxilio a Dios, recuerdan que Dios siempre ha acudido en auxilio de su pueblo. Por eso es el pueblo de la esperanza: porque hacen memoria, y la memoria les lleva a confiar, a creer que así como actuó, volverá a actuar, porque Dios es fiel, y lo ha demostrado.

También nosotros hacemos memoria de Jesús, continuamente. Recordamos lo que hizo y lo que dijo. Recordamos su vida, muerte y resurrección. Pero sobre todo recordamos lo que hizo en la última cena, porque cada vez que lo recordamos Él se hace vivo y presente. Por eso hacemos memoria, porque lo queremos traer al corazón una y otra vez, revivirlo, degustarlo. Porque es nuestro Señor, y de Él recibimos la vida.

Texto bíblico: Dt 26, 1-10

Cuando hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te da en herencia, la hayas tomado en posesión y te hayas establecido en ella, podrás en una cesta las primicias de todos los frutos y te presentarás al sacerdote de turno en ese momento, y dirás ante el Señor tu Dios: “Mi padre era un arameo errante. Bajó a Egipto y se estableció allí como emigrante con un puñado de gente; allí se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor Dios de nuestros antepasados, y el Señor escuchó nuestra voz y vio nuestra miseria, nuestra angustia y nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo poderoso en medio de gran temor, señales y prodigios; nos condujo a este lugar y nos dio esta tierra, que mana leche y miel. Por eso traigo las primicias de esta tierra que el Señor me ha dado”.

Espiritualidad franciscana

Esta Palabra del Padre, tan digna, tan santa y gloriosa, fue anunciada por el mismo altísimo Padre desde el cielo, por medio del santo ángel Gabriel, y vino al seno de la santa y gloriosa Virgen maría, en el que recibió la carne verdadera de nuestra humanidad y fragilidad. Y, siendo sobremanera rico, quiso escoger la pobreza en este mundo, junto con la bienaventurada Virgen, su Madre.

Y poco antes de la pasión celebró la Pascua con sus discípulos; y, tomando el pan, dio gracias, lo bendijo y lo partió, diciendo: “Tomad y comed, éste es mi cuerpo”. Y, tomando el cáliz, dijo: “Ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que será derramada por vosotros y por todos para el perdón de los pecados”.
Después oró al Padre, diciendo: “Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz”. Y sudó como gruesas gotas de sangre que chorreaban hasta el suelo. Puso, sin embargo, su voluntad en la voluntad del Padre, diciendo: “Padre, hágase tu voluntad; no sea como yo quiero, sino como quieras tú” (2CtaF).

Oración

Porque tú lo has querido
estoy aquí, Señor. En tu nombre.
No he venido yo; me has absorbido
en la espiral de tu amor.
Nadie puede arrimarse a ti
sin qué entero lo abraces.
Sin robarle nada
dándole todo
Del suelo a la cabeza
soy regalo Tuyo,
espíritu que vuela
y cuerpo que lo expresa.
No puedes ya
salirte de este mundo.
Me inundaste
y, empapado de Ti,
te voy sembrando
al tiempo que me siembro,
como grano de trigo en mis hermanos.
No quiero quedar solo
Tu rostro buscaré, Señor,
hasta decirte ¡Padre!
Pero solo te encontraré, cuando,
en todo lo que mana de Ti
te diga ¡Hermano!

Ignacio Iglesias

Epílogo de la Carta

“Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos” (Canción litúrgica)

Evangelio diario del mes de noviembre de 2019

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de noviembre:

1 Mt 5, 1-12 / 2 Mt 25, 31-46 / 3 Lc 14, 1-6 / 4 Mc 12, 28-34 / 5 Lc 14, 12-14 / 6 Lc 14, 15-24 / 7 Lc 14, 25-33 / 8 Mt 5,13-16 / 9 Lc 16, 1-8 / 10 Lc 16,9-15 / 11 Mc 12,38-44 / 12 Lc 17, 1-6 / 13 Lc 17, 7-10 / 14 Lc 17, 11-19 / 15 Lc 17, 20-25 / 16 Lc 17,26-37 / 17 Mt 25, 31-40 / 18 Mc 13, 24-32 / 19 Lc 18, 35-43 / 20 Lc 19, 1-10 / 21 Lc 19, 11-28 / 22 Lc 19, 41-44 / 23 Lc 19, 45-48 / 24 Lc 20, 27-40 / 25 Jn 18, 33-37 / 26 Lc 21, 1-4 / 27 Lc 21, 5-11 / 28 Lc 21, 12-19 / 29 Lc 21, 20-28 / 30 Lc 21, 29-33

La Oración del mes de noviembre será el día 28