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Enero de 2019  Número 123

Principio 3. Vida cotidiana: Hacia fuera, solidaridad 

Francisco no quiso que sus hermanos ayudaran a los pobres; quiso que fueran pobres. Pobres con los pobres, viviendo con ellos, sufriendo con ellos... ¡Porque eso es precisamente lo que ha hecho Dios con nosotros!

Tema de reflexión

Me hago prójimo

Suceden fenómenos curiosos en el campo de la solidaridad. No nos cuesta hacer un acto solidario con personas que no conocemos, que están lejos, que no hemos tenido trato con ellas ni la tendremos previsiblemente. Es fácil ser solidario cuando se concreta en sólo una firma digital. En cambio, nos resulta más complicado hacernos solidarios con la persona que conocemos de cerca, con su historia sabida, con su modo concreto de vida, de relación, de manera de pensar, etc. y que requerirá tiempo y dedicación en el futuro. Es necesario primeramente hacerme prójimo de ella, próximo.

No me hago prójimo de alguien simplemente porque haga algo a favor de ella, o porque piense igual que ella, o seamos del mismo pueblo, o tengamos el mismo enemigo. En una palabra: no me hago solidario de alguien porque me caiga simpática. Me hago prójimo de una persona porque soy capaz de situarme en su lugar y así, percibiendo su sufrimiento, actúo a favor suya. Todas las circunstancias que me acercan a la otra personas (cultura, manera de pensar, origen, etc.) me ayudarán a acertar mejor en mis actos solidarios, pero no son el origen de mi movimiento solidario.

Hacerme prójimo requiere un proceso de mu-chas cosas: cuanto más conozca a la otra persona más me haré cargo de su situación, cuan-to más me acerque mejor podré verla, cuanto más me exponga a ella más podré aprender de ella...; Y así, iré dándome cuenta de qué podré aportarle dada mi realidad, llena de posibilidades y de limitaciones. Pero sobre todo, podré empatizar con ella, padecer con ella. Esto último es lo que sostiene la solidaridad: es el dolor captado en el otro lo que me moviliza y motiva a hacer.

Dice el texto del Éxodo que Yahvé dijo a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo”. Dios se hace solidario de su pueblo porque se hace prójimo, próximo.

Texto bíblico: Flp 1,5-11

Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos en Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el hombre que está por encima de todo nombre, para que al nombre de Jesús doble la rodilla todo lo que hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Espiritualidad franciscana

«Después, el santo enamorado de la perfecta humildad se fue a donde los leprosos; vivía con ellos y servía a todos por Dios con extremada delicadeza: lavaba sus cuerpos infectos y curaba sus úlceras purulentas, según él mismo lo refiere en el Testamento: “Como estaba en pecado, me parecía muy amargo ver leprosos; pero el Señor me condujo en medio de ellos y practiqué con ellos la misericordia”. En efecto, tan repugnante le había sido la visión de los leprosos, como él decía, que en sus años de vanidades, al divisar de lejos, a unas dos millas, sus casetas, se tapaba la nariz con las manos.

Mas una vez que, por gracia y virtud del Altísimo, comenzó a tener santos y provechosos pensamientos, mientras aún permanecía en el siglo, se topó cierto día con un leproso, y, superándose a sí mismo, se llegó a él y le dio un beso. Desde este momento comenzó a tenerse más y más en menos, hasta que, por la misericordia del Señor, consiguió la total victoria sobre sí mismo. También favorecía a otros necesitados, alargándoles, a los que nada tenían, su mano generosa, y a los afligidos, el afecto de su corazón» (1Cel 17).

Oración

Vuelve mis ojos al prójimo,
que pueda ver a cada uno como tú
me ves a mí—con una dignidad innata que trasciende apariencias,
circunstancias, clase y todo
estatus terrenal que son temporales...

Vuelve mis oídos al prójimo,
que pueda escuchar su clamor tal
como tu escuchas el mío—
con una compasión y ternura que me
acerca más en medio del sufrimiento...

Vuelve mi mente al prójimo,
que yo pueda llegar a entenderlos
como tú me entiendes—
luchando por encontrar sentido y
plenitud en un mundo que está
fragmentado, y tu luz en un mundo sombrío...

Vuelve mis pies al prójimo,
que pueda acercarme a ellos a través
de las brechas que nos separan—
brechas ampliadas con demasiada
frecuencia por las ilusiones de la
familia, la tribu, credo, raza...
incluso la propia alteridad...

Vuelve mis manos al prójimo,
que los pueda servir como tú me sirves—
con un toque que purifica, que sana, que
alimenta, y que tranquiliza.

Vuelve mi corazón al prójimo,
Que pueda amarlos como tú me amas—
firme, clemente, siempre misericordioso,
con paciencia, viendo mi alegría en
la suya.

Dios amoroso, vuelve mi vida al prójimo,
que pueda vivir en solidaridad con ellos,
y por lo tanto contigo, para siempre...

Epílogo de la Carta

“Nadie que haya aliviado el peso de sus semejantes habrá fracasado en este mundo”.(Charles Dickens)

Evangelio diario del mes de enero de 2019

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de enero:

1 Lc 2, 16-21 / 2 Jn 1, 19-28 / 3.Jn 1, 29-34 / 4 Jn 1, 35-42 / 5 Jn 1, 43-51 / 6 Mt 2,1-12 / 7 Mt 4,12-17.23-25 / 8 Mc 6, 34-44 / 9 Mc 6, 45-52 / 10 Lc 4, 14-22 / 11 Lc 5, 12-16 / 12 Jn 3, 22-30 / 13 Lc 3,15-16.21-22 / 14 Mc 1, 14-20 / 15 Mc 1, 21-28 / 16 Mc 1, 29-39 / 17 Mc 1, 40-45 / 18 Mc 2, 1-12 / 19 Mc 2, 13-17 / 20 Jn 2,1-11 / 21 Mc 2, 18-22 / 22 Mc 2, 23-28 / 23 Mc 3, 1-6 / 24 Mc 3, 7-12 / 25 Mc 16, 15-18 / 26 Mc 3, 20-21 / 27 Lc 1,1-4;4,14-21 / 28 Mc 3,22-30 / 29 Mc 3, 31-35 / 30 Mc 4, 1-20 / 31 Mc 4, 21-25

La oración del mes de enero será el día 26