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Agosto de 2016  Número 94

Principio 2. Vida cotidiana: Hacia dentro, humildad

Al trabajar la relación con Dios, es frecuente que el deseo nos pueda. Y nos entra el ansia de avanzar en dicha relación. Y como la relación empiece a no dar los frutos imaginados, nos desesperamos. Porque no notamos cambio en nosotros, o porque seguimos tropezando en las mismas piedras de siempre. Necesitamos amoldarnos al ritmo de Dios, necesitamos vivir humildemente el día a día con confianza y paciencia.

Tema de reflexión

El brillo de lo ordinario

La inmensa mayoría de las cosas que vivimos las vivimos en lo cotidiano, en lo ordinario. No nos resulta fácil asumir esta realidad porque, entre otras cosas, nuestro ambiente social tiene como referencia la adolescencia, donde lo importante es lo emocionalmente intenso, y por ello, lo efímero: “¡Vive nuevas sensaciones!”. Pero hace tiempo que ya pasamos las épocas adolescentes donde vivíamos persiguiendo cualquier cosa con tal de que fuera nueva: relaciones, lugares, canciones, experiencias...

La vida concreta, la vida real, está hecha de lo de todos los días, de lo ordinario. Los días se parecen unos a otros, nos topamos siempre con las mismas caras, lo que hacemos lo hacemos mecánicamente, las primeras motivaciones hace tiempo que perdieron fuerza... Llega un momento en el cual, inesperadamente, nos descubrimos envueltos en la rutina, llevando una vida gris, funcionando automáticamente...

Una de las mayores lecciones de la vida es precisamente descubrir el brillo de lo ordinario. En un proceso misterioso, justamente, lo que nos resultaba desmotivador y dificultad para vivir, comienza a ser el modo más real de vivir, de amar lo concreto, de vivir en verdad. Lo de todos los días es la manera real de ser lo mejor que somos y tenemos. Las personas concretas, con todas sus maravillas y miserias, son las que amamos; son ellas las que nos aman y viven con nosotros. El trabajo, rutinario generalmente, es precisamente el medio en el cual me desarrollo. Mis dificultades, que no las puedo superar ya, son justamente el medio más idóneo donde puedo ejercitar mi libertad. De este modo, resulta que lo ordinario, en medio del claroscuro de las cosas y personas, es el mejor humus para desarrollar mi vida concreta.

Cuando decimos que Dios se ha encarnado, estamos queriendo decir que lo ha hecho en lo pequeño, en lo gris. Sólo así puede ser real su presencia en nuestras vidas. Sólo así brilla su luz en nuestra oscuridad, en lo ordinario.

Texto Evangélico: Mc 6, 1-6

Salió de allí y fue a su pueblo, acompañado de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La muchedumbre que lo escuchaba estaba admirada y decía: “¿De dónde le viene a éste todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por él? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí entre nosotros?” Y los tenía desconcertados. Jesús les dijo: “Un profeta sólo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo curó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y estaba sorprendido de su falta de fe.

Espiritualidad franciscana

Los Hermanos, “seguidores de la altísima pobreza”, nada poseían; por esta razón, nada temían perder. Estaban contentos con una túnica sola, remendada a veces por dentro y por fuera; y no buscaban en ella elegancia... En todas partes se sentían seguros, sin temor que los inquietase ni afán que los distrajese; despreocupados aguardaban al día siguiente...

Durante el día iban a las casas de los leprosos o a otros lugares decorosos y quienes sabían hacerlo trabajaban manualmente, sirviendo a todos humilde y devotamente. Rehusaban cualquier oficio del que pudiera originarse escándalo; más bien, ocupados siempre en obras santas y justas, honestos y útiles, estimulaban a la paciencia y humildad a cuantos trataban con ellos.

En medio de esta vida ejercitaban la paz y la mansedumbre con todos; intachables y pacíficos en su comportamiento, evitaban con exquisita diligencia todo escándalo... No cabía en ellos envidia alguna, ni malicia, ni rencor, ni murmuración, ni sospecha, ni amargura; reinaba una gran concordia y paz continua; la acción de gracias y cantos de alabanza eran su ocupación.

Oración

Señor de la historia, Señor de mis años,
tu presencia en el hoy de mi vida
viste ropas de lo cotidiano.
Conoces mis sueños, mis sombras, mis luces,
mis penas, mis alas sin vuelo,
mis pasos desasosegados...
Me conoces y sabes que me cuesta verte
en el “paso a paso”,
en lo rutinario, en el “día a día”,
en lo no brillante, en lo limitado.
¡Límpiame los ojos, mi Dios hecho hermano!
Me conoces y sabes que no me acostumbro a tu traje,
ropaje de pocos colores, concreto,
común, desgastado.
¡He buscado tu rostro, Señor de mis años!

Mis ojos han visto en tu paso,
señal de alianza, amor extremado.
Con gran confianza se han vuelto
buscando los tuyos,
pidiendo la gracia, la fuerza, el descanso.
Compañero siempre, mi Dios alfarero,
hazme a tu manera, cántaro sencillo,
de paz, de silencio,
de gratuidad hecha entrega.
Señor de mi vida, amigo, hermano,
hazme a tu manera, gesto cotidiano
de fe, de escucha, de ofrenda, de abrazo.
¡Mi Dios entrañable, mi Dios compañero,
gracias por tu paso!

Epílogo de la Carta

“La clave de tu futuro está escondida en tu vida diaria”. (Pierre Bonard)

Evangelio diario del mes de agosto de 2016

Las personas que deseen hacer una lectura diaria del Evangelio, según las lecturas que corresponden a cada día, tienen a continuación las referencias de todo el mes de agosto:

1 Mt 14, 13-21 / 2 Lc 1, 26-33 / 3 Mt 15, 21-28 / 4 Mt 16,13-23 / 5 Mt 16, 24-28 / 6 Lc 9, 28b-36 / 7 Lc 12, 35-40 / 8 Mt 17,22-27 / 9 Mt 10, 28-33 / 10 Jn 12, 24-26 / 11 Jn 15, 4-10 / 12 Mt 19, 3-12 / 13 Mt 19, 13-15 / 14 Lc 12, 49-53 / 15 Lc 1,39-56 / 16 Mt 19, 23-30 / 17 Mt 20,1-16 / 18 Mt 22,1-14 / 19 Mt 22,34-40 / 20 Mt 23,1-12 / 21 Lc 13, 23-30 / 22 Mt 23,13-22 / 23 Mt 23,23-26 / 24 Jn 1, 45-51 / 25 Mt 24,42-51 / 26 Mt 25, 1-13 / 27 Mt 25, 14-30 / 28 Lc 14, 1.7-14 / 29 Mc 6, 17-29 / 30 Lc 4,31-37 / 31 Lc 4, 38-44

La Oración del mes de agosto será el día 25